instalación año 1996
lo que fue el Patio de Maniobras de la Aduana Nueva de Buenos Aires -que formaba parte del edificio donde se encontraba el faro de la ciudad y se depositaban las mercancías bajadas de los barcos llegados al muelle- aparece hoy como una especie de foso que surge del subsuelo de la Casa Rosada.Sólo desde ese lugar, por debajo del nivel de la ciudad, es posible imaginar todavía un río que llegaba hasta las puertas del edificio con arcos de ladrillo semisumergidos en el agua.Ese espacio del pasado -antes que la ciudad hubiese escondido el río; antes, cuando el puerto aún era centro y emblema de una ciudad que allí comenzaba y límite de un país que allí terminaba-, es ahora escenario de una construcción hipotética, estrictamente hablando, de una instalación artística. Ella desencadena una serie de significados y posibilita, además, un ejercicio peculiar de la memoria.Se instala en el viejo Patio de Maniobras una estructura que parece ser, a primera vista, la reconstrucción de un barco antiguo que , de acuerdo al título “Naufragio”, permaneció bajo las aguas del río. Pero inmediatamente la recons-trucción se muestra inconclusa y parece abortada: la quilla y las cuadernas del supuesto barco apenas están esbozadas y los maderos, sorprendentemente no disimulan su origen. Toda figura es apenas un indicio transitorio, literalmente suspendido, que se sustrae a una idea de reconstrucción sustentada en la fidelidad al modelo original.Sólo son ruinas artificiales, restos simulados de un barco accidentalmente varado o hundido en una lejana batalla que el río pudo haber acercado a través del tiempo. Pero estos restos no nos acercan ni argumentos ni razones que expliquen el modo de incorporar ese acontecimiento llamado “naufragio” en una narración coherente.Sin embargo, pese a ser ruinas creadas, desbordan su singularidad y nos acercan ecos dramáticos de lo que presumi-blemente es la infinita desventura de los náufragos. Permanecen como testimonios mudos cuyas únicas marcas históricas son el espacio en que se encuentran y la tragedia aludida; testimonian el hipotético naufragio en el espacio público que le sirve de escenario: el más público de los espacios históricos.Desde ese lugar, el barco instalado por el artista Leonel Luna indica que el recuerdo no es sólo recoger figuras del pasado para guardarlas y articularlas a la marcha implacable de la historia. El recuerdo -la memoria- es también la figura construida por restos y fragmentos que viven en el presente como testimonios de la violencia que hizo sepultarlos en el río para siempre.
Lucas Fragasso